domingo, 7 de septiembre de 2008

¿Y tú... cómo llegaste?



La pregunta sobre cómo llegué a Venezuela ha sido una constante entre las tantas, a veces hasta indiscretas, que hace la gente cuando ve a un cubano en cualquier lugar del mundo. Lo cierto es que los que vivimos en el exterior nos hemos convertido en voceros internacionales sobre la realidad de Cuba. Al hablar con la gente se pueden sentir miradas de lástima, a veces de desprecio, otras, y son las más comunes, de acercamiento, de unión a una nueva familia.

Salir de Cuba, de forma legal, en verdad es un tormento. Uno siempre espera la negativa en los procesos burocráticos obligatorios para emigrar, no importa si es del país al cual se solicita la visa o de los funcionarios de inmigración, estos últimos se sienten dueños de cada cubano que pasa por sus oficinas. Salir de Cuba para reunirse con los familiares, no se sabe qué tiempo puede demorar.

Muchas personas optan por el suicido de abandonar la isla en balsas. Están los que esperan el anhelado viaje de trabajo en un avión que hace escala en el aeropuerto de algún país que tiene leyes especiales para los cubanos y allí solicitan asilo o, simplemente, no regresan del país donde fueron en funciones de trabajo, a estos se le prohíbe la entrada a Cuba por un período de 5 a 10 años, aunque si es médico en “Misión”, la sanción es vitalicia. También están los que salen por reunificación familiar, el cual es el más largo pero el mejor de los caminos.

El asunto es que el mismo gobierno socialista ha convertido a los cubanos en una especie de seres extraños -al igual que su régimen-, a quienes todo el mundo quiere hacerles preguntas, a veces para saber lo que se le avecina (como es el caso de Venezuela), otras por la curiosidad sobre cómo hemos sobrevivido al hambre y la escasez.