viernes, 16 de octubre de 2009

Cuba mía


Llegada al Aeropuerto Internacional José Martí

Regresar a Cuba después de haberme quedado fuera del país con visa de turista, no era una meta. Siempre había dicho que el día que saliera de Cuba me demoraría años en regresar porque iba a conocer el mundo. Si ahorraba dinero me lo iba a gastar viajando.

Pero una cosa es la que piensa uno dentro de Cuba y otra es fuera. Después de trabajar mucho para lograr la visa necesaria para dejar de ser un ilegal en el país donde estás, la familia te empieza a reclamar una visita al terruño. Uno comienza a imaginar las caras de los amigos que dejó, la cuadra donde vivió, regresar con dinero para hacerle unas compras a la mamá, o llevarle los zapaticos para la hija de un amigo o darle un dinerito a un necesitado.

Ello comienza a dar vueltas en la cabeza y llega el día en que crees que el mejor país para visitar en vacaciones es tu tierra natal -gracias a que el hombre tiene mecanismos de defensa que borra los malos momentos y solo recuerda los buenos.
Cuando subí al avión y sentí el acento cubano de las aeromozas me dieron ganas de saludarlas y de hablarles. En pocas horas ya estábamos aterrizando.

¡Era la mismísima Habana! El calor, los Ladas, los “almendrones”. Después del mal rato de la aduana aún tenía la emoción de estar pisando mi tierra, que no es de nadie, sino de todos los que nacimos allí. Se me hizo un nudo en la garganta que apenas podía hablarle a la amiga que me estaba esperando. Ese fue el comienzo de la historia que duró una semana.

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