sábado, 2 de mayo de 2009

Mucho en común



Un día, cuando aún vivía en Cuba, una amiga vino a Venezuela y al regresar, yo, que ya tenía muy en secreto planes de venir hacia este país, le pregunté qué le parecía y me dijo que a mi me gustaría. Al preguntarle por qué, me dijo que porque era oriental, y esas montañas y el valle de Caracas no me iban a parecer nada extraño.

Teniendo en cuenta que años atrás había emigrado hacia la Habana desde Guantánamo -mi ciudad natal que tanto quiero- en busca de urbanización y desarrollo social- me sentí un poco desestimulado. Cuando uno está en Cuba y cierra los ojos imaginando hacia donde quiere ir, nunca le pasa por la mente algo que se asemeje a su realidad.

Pero sobre el comentario de mi amiga, creo que no estuvo equivocada. Aquí en Venezuela he encontrado verdaderos amigos, muy parecidos a mis amigos santiagueros y guantanameros. Hay un paisaje que, a pesar de no ser el mismo de Cuba, me recuerda mucho a mi zona oriental: grandes montañas, extensas playas al pie de esos macizos montañosos, como sucede en mi adorada Baracoa.

La vegetación tupida del cerro El Ávila, que no me canso de admirar cada vez que voy de regreso a casa, y cuyas imponentes montañas se yerguen como resguardo del urbanismo caraqueño, me recuerda a la Sierra Maestra, al Pico Turquino y a la zona de Bartolomé Masó en Bayamo.

Creo que nací aquí, no mucho ha cambiado en mi entorno, por eso a veces me encuentro criticando con vehemencia las cosas que suceden, cual si fuera un venezolano más, tratando de que las cosas le vayan mejor a este país, y es que los venezolanos en su idiosincrasia me lo han permitido, porque el afecto de ellos por los buenos extranjeros es tan grande que le ofrecen lo mejor de su tierra: ese es su sentido de la identidad.

Decir que viviré aquí para siempre no es algo que se pueda asegurar, pero el que haya encontrado puertas abiertas, amigos de verdad, una familia muy parecida a la que dejé en Cuba, nadie lo podrá negar jamás. Al igual que nunca olvidaré mi paso por estas tierras, donde quizás tenga un ancestro en común con cualquiera de mis “panas”.

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