domingo, 29 de marzo de 2009

Así fueron unos años de estudio



Corría el año 1993, la universidad estaba en "candela", eran los años en que literalmente te daban 4 caramelos y una espumadera de arroz como almuerzo en la Universidad de Oriente. Ir caminando por el pasillo alterno, aquel que pasaba por la parte de afuera de los edificios de derecho, contabilidad y bilogía, era todo un ritual: los estudiantes íbamos con algún potecito (cantina) para llevarnos la mala comida y mejorarla en el cuarto donde teníamos cocinas eléctricas para esos menesteres.

Las tías (nombre con el que se llaman a las señoras que despachan la comida en esos comedores) te daban algo menos de la ración porque tenían que llevar algo para sus casas, la cosa estaba negra para todos. Recuerdo a la “china” sacándome de la fila diciendo su frase inquicidora: “mira el de la camisa de cuadro está repitiendooo” y ahí mismo se te echaba por tierra el único arroz con sabor a pescao que ibas a tener. Habría que ir con Magaly en la cafetería por el té sin azúcar que te salvaba de los jugos gástricos.

Una vez en el cuarto, en la beca, toda clase de sazón podía sentirse en los cuartos más decentes. Sí, esos eran en los que había una mujer, a veces de 19 años, que mejoraba la comida con algunas cebollas, ajos y pimientos. Aún puedo sentir el aroma de esa comida ligada con el hediondo olor que emanaba de los inodoros que teníamos bien cerca.

Pero la vida iba. Estudiábamos, bebíamos alcohol de farmacia, nos preparábamos para un seminario o una clase con un profesor que era una eminencia pero sufría la misma pena del hambre que yo. Tratábamos de llegar a casa después de una semana en el infierno, montados en camiones tan llenos de gentes que si levantabas el pie podrías quedarte sin sitio para volver a ponerlo. Así nos hicimos profesionales, nadie nos evaluó esa asignatura. Solo unos pocos estuvieron consciente de lo que pasaba y nos tendieron una mano para que luego en el futuro pudiéramos recuperar el tiempo dedicado a la sobrevivencia.

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