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Los que la conocen recordarán lo que es un fin de mes en Cuba, cuando se ha agotado el 1 1/8 kilo de arroz, los 2 ¼ kilos de azúcar y el medio jabón de baño por persona.
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Muchos agradecen los bajos precios a los que se venden productos alimenticios de mala calidad como la galleta de sal o el mal oliente picadillo de soya…
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Otros recuerdan él único pan (¿de cada día?) que les corresponde a diario: Si te lo comes en la noche, no tienes para el desayuno. Muchos papás y mamás se sacrifican y se los dejaban a sus hijos.
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Mes tras mes esperamos el jabón (de baño y de lavar), la crema dental, el detergente, la carne de res (que se desapareció en los años 80 y en cubano criollo les decíamos “novenas” porque llegaban cada nueve días, después, parece que se fue en una balsa y nunca más se le ha visto en las carnicerías de Cuba), el pollo, o la “dieta” por enfermedad, el tomate. Nos parecíamos a Penélope esperando por veinte años a su adorado Odiseo, con la diferencia que podía llegar después de morir, o nunca simplemente.
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Observen cuantas casillas quedaron vacías mes tras mes. Además, el control que tienen sobre uno: saben nuestra edad, dirección, número de identidad. Si sales del país y no regresas, a los 11 meses y un día ya no tienes derecho a esos “beneficios sociales”.
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Recuerdo cuando llegaba el picadillo de soya a la carnicería que esa noche el único olor que se sentía en el vecindario era el de la cocción de ese alimento en todas las casas.
En la parte oriental del país, comerse un huevo era un lujo (dos por personas al mes)
Productos como las almohadillas sanitarias (“íntimas” en Cuba), el algodón, el keroseno (luz brillante), el alcohol (de bodega) para encender los mecheros y cocinas, también son controlados por el “engendro socialista”. Pobres mujeres, no pueden pasarse de 10 almohadillas sanitarias durante su proceso menstrual. Y del papel sanitario (papel toilet)… ni pensarlo, nunca llega a la bodega. ¡¿Me preguntas que cómo resolvemos…?!