miércoles, 24 de junio de 2009

¡Gané mi primer premio blogger!



¡Enhorabuena! Me acabo de enterar que he ganado el premio "A LIBERAR AL TOCORORO" propuesto por el blogger El Cubanito Web. Gracias a sus organizadores por tan magnífica idea. Luchamos por una Cuba democrática y por una América sin dictaduras -ni de derechas ni de izquierdas.


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domingo, 14 de junio de 2009

Dos años en Venezuela



Hoy se cumple mi segundo año de emigrante. Esa palabra nunca me gustó porque me parecía demasiado fuerte verme en esa condición. Como todo cubano, cuando tuve edad adulta lo único que pensaba era en cómo irme del país, para los nacidos en esa isla nada es fácil.

Hacía dos años que trataba de salir: primero fue la carta de liberación que no me la daban porque trabajaba en el Centro de Estudios sobre Asia y Oceanía, luego porque trabajaba en el ESTI (Equipo de Servicio de Traducción e Interpretación, del Consejo de Estado, eso nunca se dice). Durante dos años fue solo un juego decir que me iba del país, además lo utilizaba para amenazar a mi suegra cuando ponía las reglas en su casa.

Pero el destino está escrito. Un buen día fui a buscar la visa y me la dieron tan fácilmente que salí saltando de alegría hacia la calle 16 buscando 5ta y mostrándole a mi esposa el papel que me daba la libertad. Ese momento cambió mi vida: ya sabía que alguien en el mundo confiaba en mí y que creía en lo que yo decía. Sin embargo, sabía perfectamente que no regresaría aunque me pegara todo lo que le pega al que abandona su identidad.

Mis amigos me hicieron comidas en sus casas. Me dieron abrazos y susurraban que no me tomara la Coca Cola del Olvido (eso quiere decir que los recuerde siempre). Me pidieron las ropas que estuvieran buenas y cualquier cosa que les pudiera hacer la vida mejor. Yo no creía aún que me había llegado el momento ¿soñado?

El día 15 de junio me levanté temprano, fui a casa de mi primo, no parecía que en unas horas iba a recibir la mejor oportunidad de mi vida. Llegué a la casa, me bañé, no sé si me di un trago de Havana Club, recogí todas mis pertenencias y dejé, casi en forma de testamento, todas las cosas mías que debían repartirse.

Mi suegro se ofreció a llevarme al aeropuerto en su viejo “Bausar”. En el camino veía las cosas que estaba seguro ya no vería más: un hombre caminando por una calle, una cola en una shoping, un policía dirigiendo el tránsito, un cartel que decía Viva Fidel… pero era mi entorno, mi cultura, era yo…

Al llegar al aeropuerto nos tomamos las cervezas de la despedida (Bucanero), nos hicimos las fotos correspondientes un abrazo y pasar por la ventanilla donde solo queda un gesto de adiós…



Pero ese no fue el final…, ahí empezó mi última odisea en Cuba: se me había olvidado el comprobante del permiso de salida. Un papel que dan en inmigración que dice que puedes salir. ¿Y ahora cómo hacemos? Era el último vuelo de Aeropostal a Venezuela y por suerte venía retrasado. Mi esposa tomó las riendas debido a su experiencia en aeropuertos después de tres viajes a España, buscó al representante de Aeropostal y le preguntó si me daba tiempo ir a la casa a buscar el comprobante. El señor dijo que sí porque el vuelo venía con una hora de retraso.

Salí en un taxi, que cobraba 50 USD. Eso no estaba previsto. Salimos casi volando y hasta nos agarró un aguacero. El chofer casi no podía avanzar. Así llegamos al Reparto Bahía. Eché todo abajo en el cuarto y al fin encontré el comprobante.

Salimos corriendo. El taxista volaba literalmente entre la lluvia y las llamadas al celular me impacientaban mucho más. Llegamos a tiempo al aeropuerto, casi esperaban por mí. Entré, le di un beso a “la pucha” y me vi en el avión sentado.

Luego de media hora volando el avión regresó a la Habana porque tenía un desperfecto técnico…

Por suerte solo fueron minutos en la Habana, luego agarró vuelo y me sentaron en tres puestos porque ya mi puesto lo habían vendido y buscaban donde ubicarme. Me senté al lado de un señor de Barbados que solo hablaba inglés y luego de dos horas y media de vuelo y dentro de un ataque de alegría llegué a Venezuela. Cuando el avión se detuvo y pusieron un túnel para bajarse, salí corriendo literalmente gritando “Soyyyyy liiiiiibreeee abajoooo Fideeeeelll” la gente creería que estaba loco. Pero era mi sueño decir eso desde hacía mucho tiempo.

Hoy estoy aquí, a solo dos años de aquel día, cuántos amigos nuevos, cuántos proyectos, cuánta nostalgia por los que quedaron. Gracias a Dios tengo a mi esposa conmigo, Venezuela no es lo que dicen las noticias, y yo, soy más hijo del mundo que de un pedazo de tierra.